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Agustín Parra
Hamaca Grande

Como varios de sus proyectos, Agustín construyó un objeto y realizó la acción a partir del mismo, en este caso hizo una gran hamaca, la que suspendió entre los árboles sobre fina arena. La hamaca era ocupada y disfrutada por el público y el artista.

Texto escrito por Agustín Parra
“I
Para algunas comunidades tukano del Vaupes, las hamacas cuelgan de la maloca a la manera de canoas varadas a la vera de los ríos. El espacio central de la maloca se les antoja un rio por donde fluye la vida de la comunidad en conexión con el cosmos.

Así, la hamaca se convierte en aquel habitáculo personal que sintetiza las experiencias vividas. Por ello cuando un tukano muere, se le envuelve en Su hamaca y en ella se entierra. Morada permanente y vehículo de transito entre varios lugares posibles, cotidianos, imaginarios, soñados, trascendentes.

Desde Su serena quietud, la hamaca nos habla a través de Su forma uterina. Si estando vacía se pliega en si misma, este recogimiento conlleva una invitación a activarla, a imprimirle volúmenes dinámicos con nuestra acción corporal.

Con la versatilidad que brinda el estar suspendida en el aire, intima a una libertad que no ofrecen la silla, la mecedora ni la cama, todas ellas ancladas a la tierra. Saltar, rotar, dar botes, girar, ondular, mecer, ascender, deslizar, son algunas de las posibilidades que nos sugiere. Sin embargo, tal vez la acción por excelencia a la que obliga la hamaca es el abandono corporal y mental, es decir, la rendición ante el mundo, el más puro acto de entrega, indispensable para el acto creativo.

Este contenedor flotante, acogedor, reversible, en Su mutabilidad y movimiento incesante también nos recuerda a Heraclito: posada que recoge y liga.

II
Cuando éramos niños mis amigos y yo solíamos meternos en una sola hamaca. Estar suspendidos en el aire, con la finita posibilidad que daba la tela de algodón, firme y flexible a la vez, la convertía en una experiencia fascinante e impredecible.

Cada uno intentaba colonizar Su propio espacio, luchando contra la fuerza de gravedad que nos impelía a todos hacia el centro. La verdad es que disfrutábamos estar juntos. Allí entre el vaivén colectivo y los ritmos de los cuerpos individuales, la hamaca se convertía en un gigantesco organismo con vida propia. Pero al crecer la hamaca se vuelve pequeña.

Hoy, esta gran hamaca se abre como un espacio de juego colectivo, donde niños y adultos en común puedan recrear un primitivo ritual y, tal vez, meciéndose en ella canten...”

Agustin Parra

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