Eliana Otta
Mi Diario Gráfico: Juanchaco, Ladrilleros y La Barra
Los dibujos que hice durante el Taller Juanchaco, Ladrilleros y La Barra surgieron de paseos para conocer la zona y las formas de vivir de sus habitantes. Al llegar me sentí un poco abrumada por la cantidad de estímulos alrededor, por la compañía de los artistas tan disímiles entre los que me encontraba y por la complejidad del contexto que nos recibía, que se manifestaba poco a poco y a través de los relatos de los miembros de Helena Producciones. Así que decidí dedicarme a lo que más me gusta hacer: caminar observando todo, sin un objetivo o plan preconcebido, pero prestando atención a los pequeños detalles, que iban revelando algunas características del lugar en el que nos encontrábamos.
Después de acumular una buena cantidad de fotografías empecé a dibujar algunas, a agruparlas por temas y a destacar las que me parecían más elocuentes. En los últimos años el dibujo ha sido el medio que he utilizado con más frecuencia, casi como una forma de procesar lo que voy conociendo, de aprender y aprehender. Con marcadores, atención y cariño (como el que una alumna aplicada pondría a una tarea escolar, pero en este caso yo misma me propongo los “temas de estudio”) me acerco a lo que me rodea, releyéndolo, editándolo, señalando signos que, alojados en lo cotidiano, son capaces de remitirnos a lo político cultural de un espacio determinado.
En épocas en que la omnipresencia de la publicidad va homogeneizando las ciudades donde vivimos, me interesa cada vez más lo expresado con letra a mano, la personalización de las calles, los anuncios hechos en casa con los materiales a disposición y lo que se desprende de ellos. Las faltas de ortografía, la jerga local, episodios como el del logo de Nike pintado en un kiosko de cholado van configurando la especificidad de un lugar al sumarse a los platos, las bebidas, las formas de diversión y la socialización que promocionan. Ese mismo logo podía verse, además, en los peinados de algunos de los jóvenes, a tono con el american style, que parecía marcar la pauta estética, como lo anunciaba el afiche en la sala de belleza del centro del pueblo. La hoja de afeitar para el cuidadoso rapado se disputaba el trono con la “alisadora”, cuya popularidad me sorprendió desde el comienzo en este sitio con gran presencia afro.
Más predecible me resultó ver a Bob Marley en polos y bolsos, recurrente imagen en áreas costeras y único músico que no era exponente de salsa o guaracha representado por el señor Ariel Corrales en sus cuadritos de madera. A su museo dediqué un dibujo. Ese pedacito de Ladrilleros, donde siempre sonaba buena música, era uno de los más especiales, y no es casualidad que se tratara de la casa de quien recogía lo desechado por todos, hasta por el mar, para inventarle una historia y una razón de ser exhibido.
Un exprimidor de naranjas de marca La Moral, un cartel de venta de “bolis” que nos desea que el Señor nos bendiga y una pulsera que advierte “nada de maricaditas” también me parecieron pistas acerca de algunas de las convicciones gravitantes en la zona. Otras imágenes fueron elegidas para ser dibujadas por ser sugerentes y menos explícitas, como la llanta que nos recibió al llegar a Juanchaco el primer día, imponente y misteriosa sobre su pedestal natural. Conversando con Andrés la bautizamos como “monumento al progreso”. Por su parte, las hileras de sillas esperando visitantes en la playa fueron vistas por Yonamine como un extraño salón de clase.
El último dibujo que hice fue el compuesto por objetos personales o trabajos de los artistas participantes del taller. Nuevamente me interesó la información y la memoria que los objetos contienen acerca de sus dueños, así como la posibilidad del dibujo como crónica, registro, diario de viaje, homenaje y forma de conocimiento. De las miles de fotos digitales que tomo, elijo las favoritas para dibujarlas y materializarlas, convirtiéndolas así en algo nuevo, y a través de ellas ir ordenando mis ideas acerca de los lugares donde me encuentro. En este caso uno conocido colectivamente, para mí inseparable de las personas con quienes lo compartí.
La acción Variedades Dibujadas partió de Cambio Objeto por Dibujo (Lima, 2006), situación en la que me ubiqué en la calle como vendedora ambulante, y ofrecí mis cosas (ropa, CDs, juguetes) a cambio del dibujo que la persona interesada hiciera de lo elegido. Esta vez aproveché la ocasión del Coco Show para plantear la dinámica en el pueblo de Juanchaco, donde finalmente no quedó un solo objeto de los llevados para intercambiar. Me interesaba proponer la idea del trueque en un área comercial y generar una oportunidad de diálogo y experimentación a partir del dibujo; que en esos momentos se revela como actividad muy lejana para algunas personas. “Yo no sé dibujar” es una respuesta bastante común en gente de todas las edades, y por eso mismo fue muy reconfortante ver cómo con el paso de las horas todo el mundo se entregó a esta actividad sin importar el resultado o que el objeto deseado fuera un sencillo cachivache, cuyo valor de cambio pasaba a ser intangible por haberme pertenecido y por la labor realizada para obtenerlo en un momento de disfrute comunal.
Eliana Otta