Las Malas Amistades (Humberto Junca, Manuel Kalmanovitz, Teddy Ramirez, Freddy Arias, Wilson Diaz)
Este grupo colombiano de Psicodelic Folk realizó su primera presentación en público durante el IV Festival.
Texto escrito por Humberto Junca
"La Tocada
Un rato totalmente privado, se volvió público cuando a la manera de un “reality show” (provocando en el oyente el morbo y el voyeurismo, esperando el momento de la equivocación, del error) con un grupo de amigos decidimos sacar un disco, documento de nuestros encuentros y desencuentros cuándo jugábamos a hacer música (sin ser músicos) en la sala de la casa. Un año y medio después, el plan alcanzó proporciones grotescas cuando aceptamos tocar en vivo en el festival. Se dice que el primer concierto de todo grupo es un pesar; pero pasar de ser un grupo de salacomedor a tocar en vivo frente a un auditorio desconocido, es mucho brinco. Por supuesto, caímos mal. Menos mal sabíamos qué, primero: qué mejor que Las Malas Amistades para caer mal. Y segundo, si la cosa nos salía mal siempre podríamos decir en el contexto del Festival de Performance, que lo nuestro no era un concierto...porque no somos músicos; sino una acción plástica. Igual, fue una experiencia maravillosa, sino fuera por el festival nunca nos hubiésemos puesto en la tarea de tocar el mismo tema una y otra vez, como hacen los grupos de verdad para tocar temas de verdad."
Texto escrito por Manuel Kalmanovitz
"El concierto de las malas Hacía calor. Hacía miedo. Nunca habíamos tocado para un público de desconocidos y no estábamos demasiado optimistas. La única vez había sido frente a un grupo de amigos en la sala de un apartamento en Bogota, justamente en preparación para lo de Cali. El resultado no había sido demasiado bueno. Esa noche una de las malas amistades se ofusco demasiado a pesar de haber tocado dándole la espalda al publico todo el tiempo (o “dándole la cara al baterista” como se excusaría más tarde). Los demás la pasaron más o menos. El público aplaudió y felicitó. Pero eran amigos. Imposible pretender que fueran objetivos. Varias semanas de ensayo nos habían convertido en un grupo que repite canciones más o menos de la misma forma. Esa no era la intención cuando comenzamos a tocar.
En esas épocas -tan lejanas, tan presentes- la idea era reunirnos a tocar sólo canciones nuevas. Durante años seguimos así, sin cambiar la práctica, porque nadie nos invitó a nada. Éramos más insulares que Providencia. Sólo nos conocían nuestras familias y unos pocos amigos. Uno de esos amigos era Wilson Díaz, quien en uno de sus viajes a Bogotá por razones artísticas pasó por uno de los ensayos y se cantó tres o cuatro cancionsazas. Y, sobra decirlo en esta exposicion, Wilson es uno de los motores del Festival de Performance. Así que está claro: llegamos al festival por pura palanca. Pero la palanca no fue tan grande como podría parecer. Habíamos sacado un disco que nos hizo ligeramente menos insulares. Se habrán vendido unas 300 o 400copias a gente que no conocemos, algunas de ellas en Cali. Así que un día Wilson sugirió que sería chévere vernos en vivo, que había gente interesada en vernos tocar. Y que el festival de performance sería un escenario perfecto. La idea fue tan extraña para nosotros que en el primer instante no supimos que hacer. Confundidos por una proposición que no esperábamos, tuvimos que sentarnos a pensar y a responder varias inquietudes. 1.¿Debíamos sucumbir a las presiones y dejar de lado el método de trabajo que tan buenos resultados
había dado? 2. ¿Tocar en vivo nos haría más atractivos al sexo opuesto? 3. ¿Tendríamos nuestro propio camerino? y 4. ¿Era la fritanga caleña tan buena como habíamos escuchado? Las respuestas a esas preguntas fueron 1. Si, momentáneamente. 2. no. 3. no. 4. No. Era mejor todavía.
Una de las malas amistades aun hoy siente escalofríos al recordar esos plátanos rellenos de chicharrón que en Cali llaman puerquitas. Después de un largo viaje en bus llegamos a Cali en la madrugada con dos teclados envueltos en cobijas.
Los organizadores habían quedado de conseguirnos una guitarra y una batería, así que no hubo necesidad de cargar con eso. Nos repartimos por distintas casas. El día del concierto tuvimos media hora para cuadrar volúmenes y los ánimos empezaron a caldearse. La misma mala amistad que le había dado la espalda al público en Bogotá se veía tenso y neurótico. Los demás estaban más relajados porque sabían que si todo salía mal podían decir que era una performancia. Si no éramos músicos, al menos éramos artistas. Llegó la hora y el tipo este tan neura se calmo en un instante. Y todo estuvo bien. Sonaba pésimo, como si tocáramos en una caverna, pero nadie se quejó. La mayor parte de la gente iba y venía y hablaba y bostezaba, pero nosotros sabíamos que lo estábamos haciendo bien. Tocando juntos en La Tertulia logramos algo parecido a la armonía y energía que habíamos conseguido en años de ensayos caseros. Todos sonreíamos. El público no sabía qué hacer. Cuarenta y cinco minutos después todo había terminado. Éramos una leyenda. Ya hacíamos parte de la historia del Festival de Performance de Cali."